Matías Tobajas había discutido varias veces con Roberto "El Mono" Altamiranda por su actividad delictiva. El 30 de noviembre de 2018 a la mañana decidió acudir a la policía y por la tarde lo balearon: murió días después en el hospital. El caso llegará a juicio la próxima semana.
Tan sólo dos semanas habrán transcurrido de la intoxicación de cocaína mortal y masiva en el conurbano bonaerense cuando el crimen de Matías José Tobajas (37) por fin llegue a juicio en Mar del Plata, el próximo martes.
Es por eso que, en este contexto, es menester volver sobre aquella historia que, al suceder, tal vez no cobró la relevancia que debiera haber alcanzado. Porque a Tobajas -que tenía antecedentes penales- lo mataron por denunciar la venta de drogas en su barrio. La acusación contra el presunto asesino se llevó a cabo por la mañana, y el ataque a tiros que acabaría con su vida a la tarde.
El caso será debatido en el Tribunal Oral Nº 4 desde el próximo martes y tendrá como imputado a Roberto Germán Altamiranda (31), el hombre al que la víctima señaló como controlador del narcomenudeo en la zona de la ciudad en la que ambos residían.
Tobajas y Altamiranda se conocían de niños. Habían vivido toda la vida en el barrio General Pueyrredon. Por eso, cuando comenzaron los problemas entre ambos por la comercialización de estupefacientes que según el primero de los vecinos llevaba a cabo el segundo, discutieron varias veces.
Ninguno de los dos orinaba agua bendita, ya que Tobajas había estado incriminado en un homicidio cometido en mayo de 2007 en San Martín al 3400. Por eso, además, había estado preso.
Pero en el marco de la causa que lo tuvo como víctima, un amigo suyo apodado “El Chino”, que también conocía al acusado desde pequeño, declaró que ambos habían conversado sobre el asunto en otras oportunidades. Según su versión, Tobajas le había advertido a Altamiranda que no vendiera droga en la esquina de su casa, ubicada en Puán y Brumana. Sin entrometerse en sus asuntos, sólo le había solicitado que se retirara de esa cuadra a “hacer sus cosas” en otro lugar.
Sin embargo, el sospechoso había hecho caso omiso a sus solicitudes. Inclusive, continuó con dicha actividad a través de sus “soldaditos”, luego de que la policía allanara su casa emplazada en las inmediaciones del vivienda de Tobajas.
Conforme figura en la requisitoria de elevación a juicio que formuló el fiscal Leandro Arévalo, el testigo mencionado antes “explicó que Altamiranda siempre vendió droga pero que antes lo hacía en su casa y desde que lo allanaron comenzó a mandar a sus ‘mulos’ a la esquina de lo de Tobajas en calle Puan y Brumana, lo que generó discusiones entre ambos ya que Matías no quería que se despliegue dicha actividad ahí”.
En horas de la mañana del 30 de noviembre de 2018, Tobajas y el propio declarante se cansaron de la situación y se decidieron a ir a la comisaría decimosexta, donde directamente denunciaron a Altamiranda. Por la tarde, cerca de las 15, los dos amigos vieron nuevamente a los “soldaditos” en la esquina.
En ese momento, de acuerdo a la reconstrucción del hecho que realizó el fiscal Arévalo, Tobajas salió a la calle con una barreta y los echó del lugar. Y fue entonces cuando observó a pocos metros a Altamiranda, al que le gritó: “Ya te dije que no quiero que estén más acá”. Acto seguido, recibió como respuesta tres balazos al aire de parte del acusado.
A pesar de la amenaza implícita, el otro denunciante mencionó ante los investigadores que Tobajas le advirtió a su vecino: “Yo voy a defender a mi familia, viniste a vender droga en la puerta de mi casa, torturaste a mi vieja”.
Instantes más tarde, hubo más tiros, pero no fueron hacia el cielo sino directamente al cuerpo de la víctima.
De la causa se desprende que Altamiranda -nunca quedó claro si acompañado de su hermano o no- abordó una motocicleta y al pasar por el frente de la víctima le disparó “dos o tres veces”.
Otro testigo cuyo testimonio figura en la causa mencionó que iba con el torso desnudo y como acompañante, mientras que uno más dijo que conducía el rodado. Lo cierto es que, inmediatamente después de que Tobajas cayera desplomado, Altamiranda escapó del barrio.
Agonía, muerte y redada tardía
Los vecinos que escucharon los gritos, las amenazas y las detonaciones se comunicaron rápidamente con el 911. Fueron, según consta en el expediente, numerosos llamados.
Tras varios minutos, llegaron al lugar un grupo de policías y una ambulancia con personal médico, que dispuso el traslado del herido al Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA). También arribó la madre de Tobajas, que se encontraba en su trabajo y abordó la unidad de Cardio para acompañar a su hijo al nosocomio.
A pesar de esos minutos juntos, la mujer nunca pudo hablar con el hombre baleado, debido a que al encontrarlo, si bien se hallaba consciente, ya llevaba colocada la máscara de oxígeno.
Al igual que otros vecinos que declararon en Tribunales, una kiosquera del barrio señaló a Altamiranda como autor del crimen, aunque añadió que al momento del hecho cerró las aberturas de su inmueble y se concentró en impedir que sus hijos salieran a la calle, para evitar que pudieran resultar heridos.
Conforme se conocería luego, a través de la autopsia que llevaron a cabo los médicos forenses, Tobajas había sufrido un balazo en la zona inguinal, lo cual le provocó la pérdida de más de dos litros de sangre y la amputación de una pierna.
Su agonía en el HIGA se extendió por dos semanas: falleció en los primeros minutos del 16 de diciembre. Ocho días antes, Altamiranda ya se había entregado a la policía y desde entonces permanece detenido en la Alcaidía Penitenciaria Nº 44 de Batán, condición en la cual arriba al juicio oral que se iniciará el próximo martes.
En enero de 2019, cuando ya era demasiado tarde, un grupo de vendedores de drogas de la ciudad fue desbaratado. El principal implicado, dueño de varias pollerías que se utilizaban como pantalla, al ser detenido lo primero que dijo ante los uniformados fue: “¿Quién me batió, el boludo de enfrente, no?”. Este hombre se domiciliaba en Brumana al 2100, a sólo 80 metros de la casa de Tobajas y del lugar en donde lo asesinaron por denunciar a Altamiranda.